Pregón Semana Santa 2019
Por Riánsares López Cortés
Por Riánsares López Cortés
Riánsares López Cortés, pregonera de la Semana Santa de Tarancón 2019.
Muchas gracias Jesús Gabaldón, cronista oficial de Tarancón, por tus palabras…
Representantes de la Junta Mayor de Hermandades y Cofradías de la Semana Santa de Tarancón, autoridades religiosas, civiles (y militares), cofrades de las ocho hermandades que participan en nuestra Semana Santa,
Taranconeros y visitantes,
Buenas noches a todos y muchas gracias por asistir a este pregón…
Por ser partícipes de un acto que desde hace ya 31 años anuncia oficialmente la Semana Santa de Tarancón.
Tengo el honor de ser la quinta mujer que va a pregonar este acontecimiento religioso y cultural en nuestra localidad, antes me precedieron la política María Jesús Bonilla, en 2013; la docente Ana María Garrido, en 2009; la también periodista Mari Carmen Domínguez, en 2001; y la poetisa Demetria Leal, en 1994.
Precisamente Demetria Leal expresó en su pregón aquel año con un poema cómo la Semana Santa da testimonio del amor de Cristo…
Con cuanto amor, Señor, quisiste amarme
Y con cuanta locura redimirme
Amor de todo un Dios por conseguirme;
Empeño sin igual para salvarme.
Nacer, crecer, morir, la vida darme.
Todo lo que en el hombre es imposible;
Que excede a la razón inconcebible,
En profundo misterio inigualable.
Amor, Señor: amar es lo que quiero.
Si solo por amor te has consagrado,
Para yo dar amor, de ti lo espero.
Dame Tú, de ese amor tan abrasado,
Que resbala sin tasa del madero
Donde aún sigues, ¡Señor! Crucificado.
Son versos que he querido recitar de nuevo desde este altar de la iglesia de la Asunción para iniciar con ilusión y el máximo respeto, y desde una profunda admiración a todas las personas que me han precedido, un humilde y sentido pregón por el que doy gracias a Dios.
La llamada de Víctor Domínguez, presidente de la Junta Mayor de Hermandades, en enero, para comunicarme que era la persona propuesta este año para pregonar la Semana Santa, provocó en mi tal emoción que ha derivado en el cúmulo de sensaciones, recuerdos y expectativas que hoy vengo a compartir con todos a corazón abierto.
Han sido meses de pausadas reflexiones en torno a una de las tradiciones más antiguas que tenemos en Tarancón, de la que llevo disfrutando desde niña y con la que comencé -casi sin percatarme- un crecimiento interior imparable.
A mí me apuntó mi abuelo nada más nacer, yo desde niño he salido en las filas de la mano de mi padre, a mi mi madre me hizo el primer hábito con tres años, yo heredé el de mi bisabuelo… Son testimonios con los que pueden arrancar las historias de muchos de los 3.500 capuchinos que aproximadamente existen en nuestro municipio.
La mía comienza diciendo que de niña solamente tengo recuerdos de que el Domingo de Ramos había que estrenar algo, porque sino nos quedábamos sin manos, la visita a los Monumentos del Viernes Santo, principalmente con mis abuelos maternos, y que el Domingo de Resurrección era la celebración más importante, pero que había muchos petardos y a la procesión solamente acudía el abuelo Vicente que era el más valiente…
Fue a finales de la década de los noventa cuando la Hermandad de la Resurrección renovó sus estatutos, antes solamente podía tener un número reducido de hermanos… La incorporación de la mujer fue desde entonces más notable y también la de toda mi familia. Recuerdo especialmente cuando en 1998 se celebró el 300 Aniversario, con una eucaristía que ofició el obispo, Ramón del Hoyo, en la que participé activamente, y una exposición en la antigua OJE (hoy auditorio) con hábitos y enseres de la hermandad homóloga de Cuenca.
Poco antes ya había empezado a procesionar con la Hermandad de San Juan, a la que me apuntó mi madrina, ya que su padre, Juan José Muñoz, había sido uno de los fundadores. Empezamos a salir después de 1990 que fue cuando se produjo el cambio a los trajes a terciopelo, ya casi de adolescente, y aún me sirve aquel primer hábito gracias al truco que colocó mi madre bajo el fajín.
Estas vivencias personales de juventud se han ido ampliando y llenando de contenido con el paso de los años, por la tradición que existe en la familia de mi madre y sobre todo gracias a mi profesión de periodista, la mayor parte de mi trayectoria -de casi quince años- cubriendo la actualidad de Tarancón.
Desde hace poco también soy miembro de la Hermandad de Nuestro Padre Jesús Nazareno, a la que pertenece toda mi familia política desde hace varias generaciones.
Mi conocimiento hoy de nuestra Semana Santa se ha fraguado con las múltiples crónicas, reportajes, noticias y entrevistas a las personas que año tras año sacan adelante esta expresión de fe, tradición y cultura, para mí, INIGUALABLE.
Con infinidad de conversaciones con quienes son responsables de su evolución más reciente y están implicados al máximo en que continue.
Cámara y grabadora en mano, me he adentrado en sus historias, que casi sin darme cuenta se han entrelazado con la mía propia, como taranconera, como defensora de nuestras tradiciones y sobre todo como creyente. Y es que esta época es la que más intensamente vivo de todo el año.
Mi abuelo, Vicente Cortés, igual que otros muchos taranconeros, ha cuidado durante prácticamente toda su vida del legado que le dejaron sus antepasados, en su caso siguiendo la historia de la Hermandad de la Resurrección, la más antigua de las ocho que tenemos, data de 1640.
Y hoy puedo decir alto y claro que es todo un privilegio ser la nieta del capuchino más veterano que -con 93 años- procesiona aún en nuestra ciudad. Él me ha enseñado todo el esfuerzo que supone mantener cada una de las tradiciones que son seña de identidad de nuestra Semana de Pasión.
Me ha enseñado a valorar qué hay detrás de una procesión, de un paso puesto en andas, de portar la bandera de una cofradía o de una celebración especial de una hermandad. También otros muchos capuchinos, cofrades de corazón con los que sigo sumando momentos año tras año.
Y es que la Semana Santa de Tarancón son ocho hermandades, más de 20 imágenes en total en la calle, diez procesiones, una Pasión Viviente pionera en la región… Pero sobre todo es una manifestación popular con la fe como protagonista.
“Una catequesis plástica en las calles de Tarancón”, he oído decir siempre a Francisco Arcas, presidente de la Hermandad de María Magdalena, antes de la Junta de Hermandades. Un acontecimiento religioso que cuidamos que pase de generación en generación “con evolución pero sin perder su esencia”, remarca siempre Víctor Domínguez, actual presidente de la Junta de Cofradías y directivo de la Hermandad del Santo Entierro y La Soledad.
Está perfectamente identificada en el característico modo de portar los pasos sobre los hombros de los banceros y el estricto orden cronológico de las imágenes, con el Arco de la Malena como -dice Rafael Luján Chumillas, presidente de la Hermandad de Jesús Nazareno- con el Arco de la Malena como el encargado de medir el ancho y alto de nuestros pasos.
La Semana Santa de Tarancón está declarada desde marzo de 2010 Fiesta de Interés Regional, la representación de La Pasión desde 1995.
Hitos importantes para los actuales, los anteriores y los futuros capuchinos.
“Hacer un recorrido por las procesiones y hermandades de Tarancón es recordar la historia misma de la ciudad, pero no olvidemos que la Semana Santa se actualiza cada año con una profunda vivencia dentro de la población que tiene hondas raíces en la fe”, así lo afirma en su libro sobre nuestra Semana Santa el historiador y humanista Félix Montoya, cofundador de la Cofradía de la Exaltación y Dulce Nombre de María.
Después del Carnaval, arranca la primavera y los preparativos -ya iniciados en la mayor parte de hermandades y hogares- se aceleran, llega la Cuaresma, periodo de reflexión, camino de conversión…
Nos percatamos más de ese sonido de las bandas de cornetas y tambores durante sus ensayos en las calles… Nuestras madres y abuelas cosen hábitos, capuces y capas para los más pequeños, para los nuevos… El olor a las rosquillas de sartén de la abuela Carmen y a los azipámpanos de la Nany… Empiezan las entrevistas y las fotografías a los primeros protagonistas del año, el pregonero, el cartelista, la Hermandad Mayor, el interés por los estrenos de las cofradías…
Y se desarrolla toda una programación cultural ya consolidada, el Ciclo de Películas de Semana Santa de España, que lleva realizándose 20 años, o el Encuentro de Oración, que ya se ha llevado a cabo más de una docena de veces, así como el triduo de hermandades.
Una de las primeras fotos de mi Semana Santa cada año es la de los reposteros de cada una de las hermandades, y el de la Junta Mayor, colocados en la fachada del Ayuntamiento.
En los últimos años también las instantáneas de las balconeras que visten el casco histórico taranconero de la devoción capuchina, aquí arraigada en nuestro municipio al menos desde el siglo XVII.
Mi cámara y mi libreta están preparadas para captar todos los detalles, y eso que casi no caben, la mayor parte del espacio en cada una de mis salidas de trabajo en estos días lo ocupa una emoción contenida que crece sin parar en cada eucaristía, en cada procesión, en cada conversación, en cada silencio…
Meditación de los misterios dolorosos del Santo Rosario y las letanías, desde 2011 pasando por la casa de hermandad de La Soledad y el Santo Entierro, es la primera salida de la madre de Dios, es Viernes de Dolores en Tarancón.
Suena el despertador, muy temprano para ser domingo, mi compañero de vida acude a su almuerzo típico con su cuadrilla nazarena de banceros y a su cita con La Borriquilla, yo cumplo con la tradición de transmitir la fe palma en mano a mi sobrino Adrián, este año por primera vez también a mi hijo. Nos vestimos en casa de la abuela Marisa y el abuelo Ángel, allí se respira aún el ambiente semanasantero puro de antaño. Llegamos puntuales a la bendición de los ramos, cuatro generaciones juntas, de azul, de morado, de color hueso, de verde, de granate o de amarillo, de blanco, de negro, con olivos, con palmas,… Colorido y alegría, es la Entrada de Jesús a Jerusalén, es Domingo de Ramos.
El recogimiento se instala en las calles, las cruces marcan el camino del Lunes y el Martes Santo. Itinerarios recónditoss, catorce estaciones para reflexionar sobre los diferentes momentos vividos por Jesús de Nazaret desde su prendimiento hasta su Crucifixión y entierro. Tiempo de vía crucis, tiempo de caminar…
Bajo al ritmo de la ordinaria de algunas de las bandas que me encuentro acudiendo a la iglesia de la Asunción, a toda prisa compruebo -como hago el resto de los días- la posición de mi marido en el banzo, comparto con la mirada lo que para nosotros supone expresar nuestra fe debajo del capuz, debajo del palo, detrás de la cámara, como espectadores… Empiezan a faltar las palabras, el compromiso con la tradición es fuerte, con Jesús mucho más… Toca demostrarlo… Seis hermandades en la calle, el casco antiguo se transforma, se impregna de devoción, es Miércoles Santo.
Se abre el triduo pascual, la iglesia conmemora la institución de la eucaristía en la última cena y el lavatorio de pies realizado por Jesús. En casa no faltan las torrijas y el potaje. La Virgen de la Soledad está preparada, es testigo de la salida de las siete hermandades, espera el Encuentro con su hijo en la Calle de la Amargura. Arte en el corazón histórico que sale y entra del principal recinto amurallado para inundar de sentimiento otros menos conocidos. Elocuente patrimonio que aumenta en belleza si cabe a su paso por las escaleras de la Cuesta de la Iglesia, una bajada a la plaza de El Caño de la que brotan aplausos, y no menos espectacular la subida por la emblemática calle El Agua. Sentencia de paz y amor, suena el miserere, es Jueves Santo en Tarancón.
Sabes Ángela, a ese Cristo crucificado, si el que está arriba del todo del retablo mayor, lo sacaron en procesión, papa y los tíos… El que sale ahora lo llevó antes mi chache Manuel, devoto de Medinaceli…
Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.
Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso.
Mujer, Ahí tienes a tu hijo. […] Hijo, ahí tienes a tu madre.
¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?
Tengo sed.
Todo está consumado.
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu.
Todas las hermandades proclamando las Siete Palabras en torno a la nueva iglesia… es Viernes Santo por la mañana.
Los Armaos están preparados para escoltar el Cristo Yacente, llevan más de 24 horas ininterrumpidas guardando el Monumento. Es el rito más singular de nuestra Semana Santa. Sobrecogedor cortejo penitente de cinco hermandades. Luto en el alma y las miradas. La Soledad se detiene unos segundos en la calle Zapatería a la altura de la casa de la familia de la Ossa Sanz, en memoria de un héroe. Conmovedor entierro de Cristo en tres vueltas a la plaza de la Constitución con la banda de música, el canto del stabat mater y el párroco pronunciando el sermón. Es Viernes Santo por la noche en Tarancón.
Y la ciudad se transforma en el Jerusalén de la Mancha, cada vez con más visitantes. Escenarios naturales, actores que parecen fieles e infiles de hace más de dos mil años. Representación popular en casi 20 escenas, unas 200 personas, desde hace casi 30 años. Toda una recreación didáctica de lo que ocurrió… Sufrimiento, entrega, traición, vía dolorosa, generosidad, salvación… De La Pasión en vivo a la vigilia pascual. Es Sábado Santo.
Nerviosismo, algo grande, lo más grande, va a ocurrir. El noventagenario Vicente es ejemplo de vitalidad para el resto, es partidario de no tocar las tradiciones, incapaz de no seguir homenajeando a los devotos que nos precedieron como ellos mismos estipularon. Genuino despertar de resurrección que arranca a las siete de la mañana, con las primeras luces del alba, con tres hermandades. Una Virgen enlutada va al encuentro del Salvador en la plaza de Castilla-La Mancha.
Explosión de júbilo y alegría. Desde hace más de 320 años los cofrades siguen celebrando la Pascua de Resurrección del mismo modo, los párrocos siguen pagando el alboroque, regalan vino de misa de consagrar que los hermanos degustan en su Día Grande. Es Domingo de Gloria en Tarancón.
Suena la banda de los nazarenos, comunión bajo palio a domicilio, a los enfermos como antiguamente hacia la Hermandad de los Impedidos. Todos quieren aprovechar que el antiguo Jesús Nazareno está en el altar para hacerse fotos, todos se acuerdan de los que ya no pueden acudir, es Domingo de Cuasimodo.
Qué difícil es expresar con palabras lo que se siente en cada uno de los momentos que componen la Semana Santa! Parénse a pensarlo por un instante!
Cómo llamar a lo que sienten cuándo ven procesionar a su hermandad, cuando ven puesta en andas la imagen de la que fueron también devotos sus padres, cuando acuden a los oficios un año más o celebran la Pascua…
No es tarea fácil la de describir lo que en este tiempo ocurre, pero si les aseguro que es apasionante, todo un reto que remueve cada año mi interior… Repasando algunos de los titulares que he utilizado para mis crónicas en el periódico, nuestra Semana Santa podría quedar resumida así:
Entrada triunfal multicolor
Devoción al hombro
Caminar de fe ante Cristo en la cruz
Intensa emoción contenida
Multitudinario fervor despierta al casco antiguo
Agonía en Siete Palabras
Solemnidad ante ritos de tristeza
Jerusalén revive en La Mancha Alta conquense
Alegre fervor de Resurrección
Cuasimodo nazareno
Sentir la Semana Santa es fundamental para descubrirla, para contar cada uno de los momentos con los que en esta ciudad representamos la Pasión, Muerte y Resurrección de Cristo.
Y para sentirla hay que vivirla… Desde Tarancón nos ponemos en el lugar de Jesús cuando entra en Jerusalén sobre los lomos de un pollino, mientras es aclamado por el pueblo. En el lugar de ese nazareno que se viste por primera vez en color hueso con la ilusión de acompañar el paso que años atrás llevó su abuelo.
En el lugar de Cristo, el de la Exaltación, cuando acaba de ser crucificado. Directamente sobre los hombros lleva la imagen el hombre que vivió la creación de la hermandad más joven de Tarancón en primera persona, hace ya 28 años, y que desde entonces no ha faltado a su cita por las calles.
En el lugar de la persona que de manera individual, con correajes de cuero, soporta el enorme peso del Santo Crucifijo del Convento, el peso de Jesús Crucificado.
En la piel de Jesús orando en el huerto junto al ángel que lo conforta, de un Jesús inocente que recibe el beso de la traición de Judas, en el momento en que está sentado en el pretorio tras la flagelación, con la Corona de Espinas, maniatado y con una caña en la mano… En el lugar de un Jesús de Medinaceli sereno, con una preciosa ráfaga de metal dorado… Rayos de luz como la que desprenden los ojos de quien lo mira. Nos ponemos en el lugar de la Virgen del Dulce Nombre, de esa madre deseosa de encontrarse con su hijo.
Del capuchino que descalzo recorre las calles más emblemáticas del casco antiguo llevando una cruz, de los jóvenes que tocan la corneta y el tambor en todo el recorrido, de Jesús atado a la columna, del momento del Camino al Calvario acompañado por la Verónica y el Cirineo o en el papel de los tres sayones judíos que lo izan en la Cruz sobre el Gólgota. En el lugar del bancero que con el hombro dolorido cumple con la promesa de hacer un recorrido que otros por enfermedad no pueden realizar. Nos ponemos en la piel de una Magdalena penitente, del apóstol más fiel, un San Juan en actitud caminante, de una Virgen de la Soledad que recuerda a todas esas madres dolorosas y valientes del mundo.
En Tarancón en Semana Santa nos ponemos en la piel de Cristo agonizante en la Cruz, los clavos le atraviesan las muñecas, o en la de un Cristo muerto en la Cruz pero sereno, es el Cristo de Burgos, sus tres huevos simbolizan la regeneración. Nos imaginamos qué sintieron los protagonistas de El Descendimiento de Jesucristo o qué siente el capaz de La Piedad, esa Virgen, esa madre que recoge a su hijo muerto en su regazo. Inevitable pensar en todas las que han pasado por ello, imposible no acordarme de mi abuela Marcelina. Vemos la Cruz Desnuda, nos ponemos en la piel del cofrade solitario que va en las filas sujetando con fuerza el cirio, nos agarramos a La Esperanza con San Juan, acompañamos a Cristo Yacente y la soledad. Nos ponemos en el lugar de los músicos que marcan el silencio y el compás del cortejo fúnebre en tres vueltas, rendimos tributo a todos los fallecidos de nuestro entorno.
En el lugar de una Virgen enlutada, de la camarera que la viste, del encargado de destaparla… Nos trasladamos al momento del encuentro entre la madre y su hijo, a la alegría del coro, del sacerdote, por transmitir que Jesús ha resucitado, que nuestro Cristo es un Cristo de Vivos, no de muertos…
Nos ponemos en la piel de los centenares y centenares de capuchinos que hacen posible la Semana Santa, de sus familias, de sus antepasados, de las generaciones futuras… De todos los curas que consiguen que renovemos cada año nuestra fe y que cuidan que la sigamos cultivando.
Para mí, vivir la Semana Santa no es otra cosa que ponerse en el lugar del otro, no es otra cosa que ponerse en el lugar de Jesús y compartir la fe cristiana.
Compartir también nuestras costumbres, nuestras señas de identidad como pueblo.
Lo hacemos con un patrimonio artístico, con obras de gran calado sentimental, cada vez de más calidad, de escultores cada vez más prestigiosos. Un auténtico tesoro, toda una oferta cultural, que al margen de la religión o no, sirve de reclamo cada vez de más personas y es todo un motor de promoción turística de nuestra localidad.
Pero sobre todo compartimos el patrimonio humano de cofrades anónimos, que participan en los actos litúrgicos y culturales, que están llenos de vivencias que desde aquí les animo a compartir en voz alta para seguir haciendo que la Semana Santa cada año acerque a más personas a Cristo y acerque a más taranconeros a cuidar de nuestras raíces.
Vivencias, historias que desde los medios de comunicación locales, en la radio, en el periódico, antes en la televisión, ahora más en internet, se intenta siempre ensalzar.
También desde el programa oficial de la Semana Santa, con testimonios como el de Mari Carmen Sánchez, camarera de la Virgen de la Soledad, que en 2009 me contaba que “la devoción a la Virgen es tan especial que se manifiesta desde todas las hermandades, es la madre de Dios y la gente se vuelca”.
Aniceto Gómez, de la Hermandad de San Juan, me decía en 2010 que “la devoción y ayudar al pueblo a mantener las tradiciones es lo que mueve a muchos miembros de las cofradías, es imprescindible para que no decaiga que la gente joven participe”.
En 2011, desde México, Luis Sáez, primer presidente de la Cofradía de la Exaltación, apuntaba que “la fe, la amistad y el amor por el arte” son las claves más importantes a la hora de vivir la Semana Santa.
Pedro Jiménez, que en paz descanse, anterior presidente de la Hermandad de Los Armaos, recordaba en 2013 como antes la banda de música salía en todas las procesiones, incluido el Miércoles y el Domingo de Resurrección, y mil y una anécdotas sobre la iluminación, cuando había enchufes en las calles y al pasar los pasos con unas mangueras se tenía que ir conectando la luz.
O cuando en 2015 Valentín Luna, cofundador de la Hermandad de Medinaceli, tras ser reconocido con el Capuchino de Oro, animaba a la gente a entregarse al máximo, “que tomen conciencia -decía- que hay que continuar luchando por la Semana Santa, porque si esto se queda vacío se termina y se ha luchado mucho durante tanto tiempo que hay que pedir un último esfuerzo”.
Mil y un testimonios que están en las hemerotecas, que guardo en mi retina, que están detrás de cada golpe de horquilla, del político que va cerrando una procesión, del capuchino que porta la bandera de su hermandad, detrás de los autores de las piezas de las bandas que procesionan o de los sacerdotes que presiden las misas.
Gracias a todas las personas que comparten en público sus vivencias, gracias por contribuir a hacer más grande la Semana Santa, y con ello nuestra fe…
Gracias a la Junta de Hermandades por dar este año relevancia a la palabra. Siendo la palabra de Dios nuestra referencia vital.
“Si alguno quiere seguirme que tome su cruz y me siga”, dijo Jesús.
Mi apuesta hoy, como pregonera, es por la comunicación, no podría hacerlo de otra forma, es -junto con el amor- el motor de vida personal y profesional…
Que con palabras expliquemos a las nuevas generaciones el significado de las imágenes, los actos y las hermandades de Semana Santa, que con palabras compartamos los sentimientos que genera en cada uno de nosotros la conmemoración de la Pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo.
Que con palabras enganchemos a jóvenes y adultos a proyectos ilusionantes, que están haciendo que las cofradías no dejen de crecer y que están posibilitando por ejemplo en mi familia más cercana toda una oportunidad de disfrutar juntos de la fe, la tradición y la cultura de nuestro pueblo.
Crear un foro intergeneracional desde donde las explicaciones sencillas aclaren las dudas de los más pequeños y les animen a entrar o continuar en el mundo cofrade podría ser un interesante proyecto para afrontar en el ansiado Museo de la Semana Santa. Me estoy refiriendo a la puesta en marcha de una Escuela Nazarena, de una Escuela Capuchina, desde la que divulgar y promocionar la labor de las hermandades y la Pasión de Jesucristo, explotando al máximo el patrimonio semanasantero artístico y humano con el que contamos en Tarancón.
Desde La Resurrección llevamos cuatro años realizando una actividad en Cuaresma que ya ha llegado a más de 500 jóvenes.
Con impresionante cartel de José Ramón Luna de la Ossa, tenemos por delante este 2019 una Semana Santa en plena primavera, en la que cogiendo el testigo de la Hermandad de Jesús Nazareno, Los Armaos celebran su 300 aniversario. La Hermandad Mayor, San Juan, los 60 años de su imagen titular, y los 20 de la llegada de su paso de la Virgen de la Esperanza. También hace 60 años de la creación de la talla de María Magdalena por el escultor conquense Luis Marco Pérez. El antiguo Cristo de la Agonía celebrará sus 40 años en la calle, en la procesión matutina del Viernes Santo. Y la banda de cornetas y tambores de La Exaltación cumple sus Bodas de Plata.
Va a ser una Semana Santa, que -ójala las condiciones climatológicas no lo impidan-, pasará a la historia por el estreno de tres imágenes, la Entrada Triunfal de Jesús en Jerusalén en la procesión de mañana, Domingo de Ramos, y el nuevo Cristo de Burgos y el nuevo Cristo Yacente en el cortejo del Santo Entierro.
Novedades también en la procesión del Domingo de Resurrección, a la que vuelve la banda de música después de más de 50 años, y donde se recuperará el lanzamiento de aleluyas.
En Tarancón, Semana Santa es pasión
es melancolía y devoción
es confraternidad
es oportunidad de creer más,
De crecer más,
de sentir mejor,
de sufrir con consuelo,
de mirar al cielo y reflexionar…
En Tarancón, Semana Santa es tradición
imágenes sagradas para expresar fervor,
pasos imponentes ante la mirada del pecador
la luz gana a la oscuridad
es sobriedad, es alegría
es cultura a rebosar.
La Semana Santa es una historia que contar
son testimonios que divulgar
que marcan el camino
que gozan -como el de mi abuelo- de eternidad.
La Semana Santa es paz interior
Patrimonio de todos
Amor de Dios.
SENTIRLA, VIVIRLA, COMPARTIRLA…
Gracias a todos.